I. Sobre Federico García Lorca
Anexo 187
ROMANCE SONÁMBULO
A Gloria Giner y a Fernando de los Ríos
Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña. Con la sombra en la cintura, ella sueña en su baranda, verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde. Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando y ella no puede mirarlas.
***
Verde que te quiero verde. Grandes estrellas de escarcha, vienen con el pez de sombra que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento con la lija de sus ramas, y el monte, gato garduño, eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde…? Ella sigue en su baranda,
190 Poesía como un arma
verde carne, pelo verde, soñando en la mar amarga. Compadre, quiero cambiar mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo, mi cuchillo por su manta. Compadre, vengo sangrando desde los puertos de Cabra. Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba. Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa. Compadre, quiero morir decentemente en mi cama. De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo desde el pecho a la garganta? Trescientas rosas morenas lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa. Dejadme subir al menos hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
***
Ya suben los dos compadres hacia las altas barandas.
Anexo 191
Dejando un rastro de sangre. Dejando un rastro de lágrimas. Temblaban en los tejados farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal herían la madrugada.
***
Verde que te quiero verde, verde viento, verdes ramas. Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara, cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
***
Sobre el rostro del aljibe se mecía la gitana.
Verde cama, pelo verde, con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua. La noche se puso íntima como una pequeña plaza. Guardias civiles borrachos en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas.
192 Poesía como un arma
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña. (Romancero gitano)
ROMANCE DE LA GUARDIA CIVIL ESPAÑOLA
A Juan Guerrero. Cónsul general de la poesía
Los caballos negros son. Las herraduras son negras. Sobre las capas relucen manchas de tinta y de cera. Tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras.
Con el alma de charol vienen por la carretera. Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan silencios de goma oscura
y miedos de fina arena. Pasan, si quieren pasar, y ocultan en la cabeza una vaga astronomía de pistolas inconcretas.
***
¡Oh ciudad de los gitanos! En las esquinas banderas.
La luna y la calabaza
con las guindas en conserva.
¡Oh ciudad de los gitanos!
Anexo 193
¿Quién te vio y no te recuerda? Ciudad de dolor y almizcle, con las torres de canela.
***
Cuando llegaba la noche, noche que noche nochera, los gitanos en sus fraguas forjaban soles y flechas.
Un caballo malherido llamaba a todas las puertas. Gallos de vidrio cantaban por Jerez de la Frontera.
El viento vuelve desnudo la esquina de la sorpresa, en la noche platinoche noche, que noche nochera.
***
La Virgen y San José perdieron sus castañuelas, y buscan a los gitanos para ver si las encuentran. La Virgen viene vestida con un traje de alcaldesa de papel de chocolate
con los collares de almendras. San José mueve los brazos bajo una capa de seda.
Detrás va Pedro Domecq con tres sultanes de Persia.
La media luna soñaba un éxtasis de cigüeña. Estandartes y faroles
194 Poesía como un arma
invaden las azoteas. Por los espejos sollozan bailarinas sin caderas.
Agua y sombra, sombra y agua por Jerez de la Frontera.
***
¡Oh ciudad de los gitanos! En las esquinas banderas. Apaga tus verdes luces que viene la benemérita.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda? Dejadla lejos del mar,
sin peines para sus crenchas.
***
Avanzan de dos en fondo a la ciudad de la fiesta. Un rumor de siemprevivas invade las cartucheras.
Avanzan de dos en fondo. Doble nocturno de tela.
El cielo se les antoja una vitrina de espuelas.
***
La ciudad, libre de miedo, multiplicaba sus puertas. Cuarenta guardias civiles entran a saco por ellas.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
Anexo 195
se disfrazó de noviembre para no infundir sospechas.
Un vuelo de gritos largos se levantó en las veletas. Los sables cortan las brisas que los cascos atropellan. Por las calles de penumbra huyen las gitanas viejas con los caballos dormidos y las orzas de monedas.
Por las calles empinadas suben las capas siniestras, dejando detrás fugaces remolinos de tijeras.
En el portal de Belén
los gitanos se congregan. San José, lleno de heridas, amortaja a una doncella.
Tercos fusiles agudos
por toda la noche suenan. La Virgen cura a los niños con salivilla de estrella.
Pero la Guardia Civil
avanza sembrando hogueras, donde joven y desnuda
la imaginación se quema. Rosa la de los Camborios gime sentada en su puerta con sus dos pechos cortados puestos en una bandeja.
Y otras muchachas corrían perseguidas por sus trenzas, en un aire donde estallan rosas de pólvora negra.
196 Poesía como un arma
Cuando todos los tejados eran surcos en la sierra,
el alba meció sus hombros en largo perfil de piedra.
***
¡Oh ciudad de los gitanos! La Guardia Civil se aleja por un túnel de silencio
mientras las llamas te cercan.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda? Que te busquen en mi frente. Juego de luna y arena.
(Romancero gitano)
LA AURORA
La aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime por las inmensas escaleras buscando entre las aristas nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca porque allí no hay mañana ni esperanza posible: A veces las monedas en enjambres furiosos taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos que no habrá paraíso ni amores deshojados:
Anexo 197
saben que van al cieno de números y leyes, a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes como recién salidas de un naufragio de sangre.
(Poeta en Nueva York)