La literatura realista
Flaubert : la biografía
¿Genio creador o genio transcriptor?
El adulterio: Flaubert y Dostoievski
El personaje de Emma Bovary
El ensayo de Mario Vargas Llosa: La orgía perpetua. Flaubert y «Madame Bovary»
Literatura realista
A mediados del siglo XIX, el Romanticismo deja paso a un nuevo movimiento filosófico, cultural y artístico que ocupará lo que queda de siglo: el Realismo. Europa atraviesa una época caracterizada por los adelantos científicos y por los cambios y conflictos que algunos de ellos generan en los individuos y la sociedad. Los escritores intentarán describir esa realidad; de ahí el nombre que recibe esta corriente literaria.
De ese deseo de trasladar la realidad a los lectores lo más fielmente posible, derivan las principales características de la literatura realista:
o La sustitución de los temas intimistas, legendarios y fantásticos típicos del movimiento anterior (Romanticismo) por la descripción del mundo real y exterior: lo actual, lo cotidiano, lo fácilmente observable. De ahí el auge que experimenta la novela, el género literario más apto para reproducir la realidad.
o El intento de abarcar toda la realidad, tanto los ambientes familiares y sociales en que se mueven los personajes, como sus conflictos anímicos. Esto explica la minuciosidad con que se nos describe su pasado, el entorno en que se mueven, su evolución psicológica y sus ideas políticas, religiosas o morales. La literatura girará, pues, en torno a dos grandes ejes: lo social y lo psicológico.
o La tendencia a la omnisciencia del narrador. Para poder ofrecernos lo que piensan y sienten sus personajes, sus secretos más escondidos, sus deseos más ocultos, el narrador ha de convertirse en un ser omnisciente y omnipresente, cualidades que comparte con el lector, quien con frecuencia sabe de los personajes más que ellos mismos.
o El afán de objetividad del escritor, quien, para hacernos creíbles sus historias, intenta ocultarse evitando el punto de vista personal, tan propio del gusto romántico. Ello no impide tomar partido ante los graves problemas de su tiempo tales como los desequilibrios económicos, el paro, los conflictos sociales o la intolerancia religiosa entre otros.
Durante el último tercio del siglo, algunos escritores, influenciados por las corrientes filosóficas y científicas en boga, evolucionan hacia posturas más radicales. No se conforman con describir el comportamiento de sus personajes, sino que intentan demostrar que su carácter y su conducta están sujetos a leyes similares a las que rigen los fenómenos físicos. Este movimiento recibe el nombre de Naturalismo.
Entre los autores más destacados encontramos a Stendhal y a Balzac entre otros. Encontramos a Flaubert pero de él pero se hablará en otro apartado.
Stendhal
Henry Beyle que adoptó el pseudómino de Stendhal se aparta de los arrebatos del Romanticismo creando una obra fría y cerebral, basada en el análisis y la observación. Su capacidad para escudriñar el alma humana y su estilo claro y preciso, que él afirma haber aprendido en los códigos de leyes, lo convierten en el iniciador del movimiento realista y en un maestro de la novela psicológica. Con todo, sus héroes aún conservan el idealismo, la audacia y el individualismo de la época anterior.
En Rojo y negro relata las inútiles tentativas del hijo de un aldeano, cínico y ambicioso, por introducirse en la alta sociedad. Y en La cartuja de Parma presenta a otro aventurero, éste de familia aristocrática, quien, tras una serie de peripecias militares, políticas y amorosas, termina recluido en un monasterio.
Balzac
Honoré Balzac amaba, por encima de sus posibilidades, la riqueza, el lujo y los placeres, lo que le obligó a escribir constantemente para saldar sus deudas. Militó en los sectores políticos más reaccionarios, pero en su obra unas veces defiende el trono y el altar como los pilares básicos de la sociedad, y otras se identifica con el pueblo y critica a la burguesía y a la aristocracia.
Pensaba que el literato está obligado a ofrecer al lector un panorama completo de la sociedad («Quiero explicar mi siglo» como diría el autor) por lo que proyectó una obra de enormes dimensiones, La Comedia Humana, que contendría «todos los tipos y todas las posiciones sociales, sin que una sola situación en la vida, una fisonomía, un carácter de hombre o mujer, una manera de vivir, una profesión, un aspecto social, ni cualquier otra cosa referente a la infancia, a la vejez, a la edad madura, o a la política, a la justicia y a la guerra haya sido olvidada». De las cien novelas que debía comprender en La Comedia Humana, Balzac sólo logró terminar veinticuatro y varias series de narraciones breves: Escenas de la vida privada, Escenas de la vida parisiense, Escena de la vida política… Entre las novelas larga destacamos Eugenia Grandet, su obra maestra, y Papá Goriot, la historia de un anciano que ama intensamente a sus hijas, quienes le corresponden dejándolo morir abandonado.ç
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Gustave Flaubert: la biografía
El padre de Flaubert, Achille Flaubert era cirujano general. Su madre, era hija de un doctor del L’ Évêque de Pont y perteneció a una familia de distinguidos magistrados, típica de la gran burguesía provinciana.
Gustave Flaubert comenzó su carrera literaria en la escuela. Su primer trabajo fue publicado en Le Colibrí (1837). Cuando era aún muy joven conoció al filósofo Alfred Le Poittevin, con quien desarrolló una íntima amistad. La concepción pesimista del filósofo tuvo una fuerte influencia en él. No menos definitiva fue la impresión generada por el contacto con grandes cirujanos y el ambiente hospitalario, que vivió a través de la profesión de su padre.
De todas formas, la inteligencia del novelista se agudizó en un sentido más general. Concibió una aversión fuerte de ideas aceptadas que compiló un «diccionario» para su propio entretenimiento. Él y Le Poittevin inventaron un personaje imaginario y grotesco al que llamaron «Le Garçon» (el Muchacho) a quien le dieron voz en toda clase de comentarios que a ellos les parecían degradantes. Detestaba la burguesía porque consideraba que «tiene una manera baja de pensar.»
En noviembre de 1841, comenzó la carrera de Leyes en la Facultad de Ley de París. Sin embargo, a los 22 años y a consecuencia de una enfermedad nerviosa, abandonó los estudios y se consagró a la literatura.
Cuando su padre murió en enero de 1846, se retiró junto con su madre a su propiedad en Croisset, cerca de Rouen, en el Seine. Aunque todavía no pudiera saberlo, pasaría el resto de su vida allí.
Ese mismo año viajó a París y conoció a la poetisa Louise Colet que llegaría a ser su esposa, pero la relación no fue fácil. La forma obsesiva en que Flaubert protegía su independencia y los celos paranoicos de la mujer hicieron inevitable la separación, que se concretó en 1855.
En 1847, Flaubert había realizado una gira ambulante a lo largo de la costa de Bretaña con el escritor Maxime du Camp. Las páginas escritas por Flaubert en su periódico de esta gira «Alrededor de los Campos y Orillas» se publicó después de su muerte bajo ese título. Este libro contiene algunos rasgos de su mejor estilo.
Muchos trabajos de la madurez de Flaubert trataron asuntos acerca de los que había intentado escribir antes. A los 16 años, por ejemplo, completó el manuscrito de Memorias de un Hombre Enfadado donde revelaba su pasión devastadora por Elisa Schlésinger, una mujer 11 años mayor y esposa de un editor de música a quien Flaubert había conocido en 1836. Esta pasión sólo se reveló después de 35 años cuando Elisa había enviudado. Elisa fue el modelo que Flaubert utilizó para la creación de su personaje Marie Arnoux en su obra La educación sentimental. Antes de tomar forma definitiva, sin embargo, este trabajo sería vuelto a escribir en dos versiones
Paso a paso la obra fue extendiéndose en un inmenso panorama de Francia bajo la Monarquía de Julio la lectura indispensable, según Georges Sorel, para cualquier historiador que estudia el período que precedió el golpe de estado de 1851.
La composición de La Tentación de San Antonio proporciona otro ejemplo de esa tenacidad en la persecución de la perfección que hizo que Flaubert volviera constantemente sobre sus escritos sin estar nunca plenamente satisfecho con los resultados.
En 1839, comenzó a escribir Smarh, producto de la intrépida ambición de Flaubert de dar su Fausto a la literatura francesa. Trabajó sobre esa tarea entre 1846-49, la retomó en 1856, y luego en 1870. Finalmente publicó el libro como La Tentación de San Antonio en 1874. Las cuatro versiones muestran cómo las ideas del autor cambiaron con el curso del tiempo. La versión de 1849, influenciada por la filosofía de Spinoza, es nihilista en su conclusión. En la segunda versión la escritura es menos difusa, pero la sustancia es la misma. La tercera versión muestra un respeto hacia lo religioso, nunca antes presente. Flaubert había comenzado a creer que la ciencia y la religión, en lugar de chocar, son más bien dos polos de pensamiento. La versión publicada incorporó un catálogo de errores en el campo de lo Desconocido (así como su obra Bouvard y Pécuchet iba a contener una lista de errores en el campo de Ciencia).
Desde noviembre de 1849 hasta abril de 1851 Flaubert estuvo viajando por Egipto, Palestina, Siria, Turquía, Grecia, e Italia con Maxime du Camp. Antes de partir, sin embargo, él quiso terminar La Tentación de san Antonio y someterlo a revisión de su amigo el poeta Louis Bouilhet y de Maxime du Camp, para que ellos le brindaran su opinión sincera. Sus amigos lo condenaron sin piedad: -Arroja todo en el fuego y no mencionemos esto nunca más– le dijeron. Bouilhet fue más allá con su consejo: «Tu Musa debe conservarse en pan y agua o el lirismo la matará …»
Madame Bovary su obra maestra es un clásico basado en la historia común del adulterio pero de una profundidad y humanidad que pocas obras han podido alcanzar. Flaubert parece desprovisto de sentimientos hacia Emma Bovary: retrató desapasionadamente cada rasgo que pudiera iluminar la psicología de su personaje y su papel en el desarrollo lógico de su historia. Flaubert estaba señalando el principio de una nueva edad en la literatura.
Los méritos de La educación sentimental no pudieron apreciarse debido al complejo contexto social y Flaubert se vio muy defraudado. Dos de sus obras, El Sexo Débil y El Candidato, no alcanzaron tampoco el éxito esperado. Los últimos años de su vida, se vieron entristecidos por los problemas financieros. En 1875, el marido de su sobrina Caroline, Ernest Commanville, un importador de madera, se encontró con una pesada deuda y Flaubert sacrificó su propia fortuna para salvarlo de la quiebra.
Flaubert buscó el consuelo en su trabajo y en la amistad de George Sand, Ivan Turgenev, y los novelistas más jóvenes – Émile Zola, Alphonse Daudet, y, sobre todo, Maupassant.
El objetivo de Flaubert en el arte fue crear la belleza, y esta concepción chocó a menudo con los problemas morales y sociales que representaba retratar la realidad. Trabajó despacio y cuidadosamente, y, a medida que trabajaba, su idea acerca del arte se volvía más exacta.
Su ambición fue lograr un estilo «tan rítmico como el verso y tan preciso como el idioma de ciencia» (la carta a Louise Colet del 24 de abril de 1852).
Repetía a menudo que no existía cosa tal como un sinónimo y que un escritor tenía que rastrear «la única palabra correcta» para concretar su idea con precisión. Pero al mismo tiempo, siempre quiso dar una cadencia y una armonía de sílabas sonoras a su prosa, para que no sólo apelara a la inteligencia del lector sino también a su subconsciente, de la misma manera que lo hace la música, así tiene un efecto más penetrante que el sentido no más de las palabras a su valor de la cara. La composición para él era una angustia real.
Flaubert murió de repente de un golpe apopléjico. Dejó en su mesa una página inacabada y notas para el segundo volumen de una novela.
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¿Genio CONSTANTE o genio TRANSCRIPTOR?
La literatura francesa no conoce autores de la talla de Dante, Shakespeare o Dostoievski pero, sin embargo, debe reconocérsele su carácter de manantial donde desde los orígenes ha manado una corriente constante de autores y no se ha visto asolada por el general quebrantamiento que en ocasiones y por diversas causas ha asolado al resto de literaturas modernas. Esa abundancia de talentos se ha convertido en paliativo de la carencia de grandes figuras como las citadas anteriormente, haciendo de esta literatura la más completa de cuantas existen y la única en que se hallan representadas todas las épocas con una riqueza considerable tanto en cantidad como en calidad. Podría decirse, pues, que lo característico del genio literario francés está precisamente en la no-existencia de aquello que generalmente entendemos como genio y que se haya sustituido por una inteligencia mesurada y una increíble capacidad de constancia y de autocrítica.
Ejemplo claro de lo que acabamos de decir es Madame Bovary de Gustave Flaubert que a pesar de que según algunos autores es, en cierto modo, una de las mejores obras jamás escritas no es exactamente un modelo de inspiración improvisada. Recordemos lo que de ella se cuenta. Cuando Flaubert contaba con solo veintiocho años acabó su primera versión de La tentación de san Antonio. Para conocer la opinión de sus amigos, aquellos que siempre le aconsejaban, los reunió en su finca para leérsela. Estos amigos eran Louis Bouilhet y Máxime du Camp. Este último confiesa que la impresión de aquella lectura fue desastrosa y ambos le aconsejaron que desistiese de publicarla. Le incitaron, además, a que se dedicase a la literatura realista y a que se inspirase en un caso acaecido de veras.
Precisamente el año anterior la mujer del médico de una aldea cercana a Ruán se había suicidado envenenándose. Dicho médico estaba casado en segundas nupcias con esta mujer y lo había estado en primeras con una viuda fallecida años atrás. La existencia demostrada de estos personajes se convierte en argumento de aquellos que afirman que esta obra es una mera trascripción. No obstante, Flaubert, lejos de rendirse ante esto se defiende diciendo «Madame Bovary no tiene nada de verdadero. Es una historia totalmente inventada, en la que no he puesto nada de mis sentimientos ni de mi existencia». También dijo lo siguiente » Ningún modelo posó para mí. Madame Bovary es pura invención. Todos los personajes son totalmente imaginarios, y el mismísimo Yonville- l´Abbaye es un lugar que no existe en modo alguno, lo mismo que la Rieulle, etc. Lo que no impide que aquí, en Normandía, se haya querido descubrir en mi novela una multitud de alusiones. Si yo me hubiera servido de éstas, mis retratos tendrían menos parecido, porque hubiera tenido a la vista personalidades cuando lo que quise, por el contrario, fue reproducir tipos»
Estas afirmaciones tan tajantes deben ser entendidas como un intento de respetar la memoria de aquella mujer que había muerto envenenada pocos años atrás y no dañarla haciendo creer que ella y Madame Bovary eran la misma persona.
Pero volviendo al momento en que sus amigos dieron su opinión acerca de La tentación de san Antonio, Flaubert, se inclinó ante el parecer de estos desistiendo en su intento de publicar la novela y optó por irse de viaje. Lo hizo precisamente acompañado por Máxime du Camp. El viaje duró dos años desde el otoño de 1849 hasta el de 1851 y se centró por zonas como Egipto, Palestina, Grecia y Siria. A la vuelta del viaje, Flaubert llegó muy cambiado, la profunda decepción que le causaron estos países fueron un efecto decisivo en su trayectoria, tanto, que optó por el realismo de Madame Bovary. Una vez hubo regresado, volvió a convocar a sus amigos en su finca para comunicarles su decisión de seguir el consejo dado antes del viaje, corría el mes de octubre de 1851 y en diciembre de ese mismo año empezaba la composición de Madame Bovary. Obra que terminaría en abril de 1856, casi cuatro años y medio después.
Es esto precisamente lo que argumentan aquellos que defienden la obra de Flaubert y que dicen que Madame Bovary se debió a los consejos de los amigos de Flaubert el cual supo acatarlos con una humildad virtuosa de la que volverá a dar muestras en otras ocasiones como en su obra Salambô en la que como ya ocurría en La tentación de san Antonio Flaubert había escrito un mamotreto imposible de leer. En Salambô, su propósito no había sido en modo alguno «fijar un espejismo aplicando a la Antigüedad los procedimientos de la novela moderna y procurando ser sencillo» como él mismo diría después. Él había querido escribirla a la manera de un poema en prosa. Las frases constituían una sucesión de versículos ritmados. Con ese procedimiento se lograba una monotonía aplastante; además de utilizar los lances más rebuscados con los que trataba de dar la sensación de poema épico en prosa. Pero tras leerlo a sus amigos y ante los comentarios de estos, Flaubert optó por rehacer completamente la novela.
Tras haber visto las dos versiones sobre el origen de Madame Bovary cabe decir que con independencia de que sea inventada o mera trascripción, lo cierto es que se trata de una de las mejores novelas de todos los tiempos. A pesar de que sus fracasos en La tentación de san Antonio y Salambô parecen colocar a su autor lejos de aquellos grandes maestros que citamos en un principio lo cierto es que le dejan como fiel representante de la literatura francesa y de su genio trabajador y constante.
Si atendemos a lo realmente demostrado la obra no puede calificarse solo de realista o solo como trascripción, Flaubert se inspiró en la realidad pero supo darle su toque personal como el mago del estilo que era. Por eso sus personajes son y no son aquellos que realmente le sirvieron de modelo. Son, sí, en cierto modo aquellos habitantes de la aldea cercana a Ruán, pero por encima de todo, aquellos personajes, son Flaubert.
Este autor, entusiasta de Cervantes probablemente conocía la anécdota de Alfred de Vigny que afirma que al preguntar a Cervantes en el momento de la muerte a quien había querido retratar con el Quijote, este respondió «A mí» y es muy posible que fuese esto lo que le inspirase su famosa frase «Madame Bovary c´est moi» («Madame Bovary soy yo»).
Y es que este autor supo sumergirse tanto en su obra que llegó a identificarse con su protagonista. Él mismo insistía en lo maravilloso de deslizarse con otra personalidad por el universo que cada escritor crea al escribir una novela. Respecto al paseo de Emma y Rodolphe a caballo, afirmó «Hoy, por ejemplo, hombre y mujer a la vez, amante y amada, me paseé a caballo por un bosque, una tarde de otoño, bajo las hojas amarillas, y yo era los caballos, las hojas, el viento, las palabras que se decían y el sol rojo que les hacía entornar los párpados anegadosà de amor» tal era el grado de abstracción de Flaubert al ponerse frente a la hoja en blanco. Tanto y tanto llegó a sentirse parte de su obra que el propio Flaubert se atreve a afirmar que mientras redactaba el pasaje del suicidio pudo sentir los efectos del arsénico que ingería la adúltera. Esto está demostrado en una carta que el mismo escribió y en la que decía lo siguiente: «Sentía tan verdaderamente el gusto del arsénico en la boca, estaba tan envenenado yo mismo, que sufrí dos indigestiones una tras otra, dos indigestiones reales, con vómitos».
Todo lo afirmado por Flaubert no es debe extrañarnos pues en cuanto a su forma de trasladar los seres humanos como personajes a sus obras su procedimiento es mucho más sutil y complejo que el empleado al trasladar lugares. Y no es para menos, no se debe tratar igual a una persona que a un lugar. Si nos fijamos por ejemplo en el caso de Emma,, Flaubert parte de la mujer del médico de la aldea cercana a Ruán. La existencia de esta como ya dijimos está realmente demostrada, y de hecho su tumba se hallaba en el cementerio de la aldea en que vivió y actualmente existe un fragmento de la lápida. Se sabe de ella que era morena y que poseía un gusto refinado por el aderezo interior de su casa y también que gustaba de asistir a las fiestas normandas además de ser harto conocido su entusiasmo por las novelas. Pues bien todos estos detalles se encuentran en la novela con la única mutación de los nombres propios que Flaubert se tomó la molestia de cambiar. Pero la cosa no queda ahí, Flaubert no bebió solo de la fuente de inspiración de esta mujer, sino que se sirvió también de la mujer de un escultor amigo suyo a la que, en la bohemia del taller de su esposo, le gustaba rememorar pasadas andaduras y devaneos y referirlos a los amigos de este, entre los cuales, como ya hemos dicho, se hallaba Flaubert. Pero lejos de contentarse con esto, esta mujer se tomó la molestia de redactarlos. Al hallarse las memorias de esta entre los papeles de este autor se sospecha que fuese este quien le incitase a escribirlos.
Pues bien de la síntesis de estas dos mujeres, la mujer del médico con su gusto por las fiestas y las novelas y la mujer de su amigo, con sus devaneos y andaduras, de esta compleja mezcla, surgió Madame Bovary.
Por lo que no fue solo la realidad lo que Flaubert reflejó en su obra, es su complejidad a la hora de tratar los personajes lo que hace que no podamos calificar la obra como mera trascripción pero al servirse de la realidad, aún solo partiendo de ella, impide que podamos tildarla de pura inspiración.
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El adulterio: Flaubert y Dostoievski
Son muchos y muy variados los autores que a lo largo de la historia han tratado este tema en sus textos. Son textos tan variados que van desde el Antiguo Testamento ( con el rey David y Betsabé la esposa de Urías) a los Dramas de honor de Calderón de la Barca pasando por La leyenda del rey Arturo. Desde muy variadas perspectivas morales, han tocado el adulterio creaciones tan diversas como los Cuentos de Canterbury, de Geoffrey Chaucer; Otelo, de William Shakespeare; La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne; Divinas palabras, de Ramón María del Valle Inclán; La regenta, de Leopoldo Alas y Ureña; y Reflejos en un ojo dorado, de Carson McCullers. Se ha tratado, además, en la novela libertina francesa y sobretodo, en la novela del siglo XIX y es que esta última es la que trata el tema con mayor fruición.
Dentro de la novela del siglo XIX encontramos a Madame Bovary de Flaubert. Cuando esta novela apareció provocó un gran escándalo y su autor fue juzgado por «ofensas a la moral y a la religión». Quizás contribuyó a ello el hecho de que en la obra de Flaubert parezca entreverse el adulterio como una de las costumbres provincianas cuando lo que en realidad hace es encuadrar la obra con el conjunto de novelas de «segunda categoría» al teñirse de aspectos «costumbristas» o «regionales».
Hasta entonces siempre se había separado lo sagrado de lo profano. Esto es algo que se le achaca a Madame Bovary y es que en diversos pasajes de esta obra encontramos esta sacrílega mezcolanza. Uno de los más importante es el momento en que en la agonía, mientras el sacerdote recita los versos sagrados, un ciego entona desde la calle una canción profana que llega hasta Emma y excitándole le provoca una risa estridente y excéntrica al creer ver la horrible faz del miserable resurgiendo de las eternas tinieblas en su busca.
La lectura de la obra de Flaubert, inspiró a Dostievski su Eterno Marido publicado en 1970. Este hecho es bastante conocido, lo raro es que flaubertianos tan devotos como Maynial no hagan referencia a este influjo y sin embargo insistan en el que ejerció sobre autores franceses de escaso interés fuera de su patria.
Dostoievski supo dar al tema una mayor profundidad psíquica, ética y religiosa. El título en sí de la obra implica cierto sarcasmo que no se aviene con lo estrictamente religioso y es que hay piensa que la obra debería llamarse El eterno cornudo pero quien sabe si más por cierta decencia mal entendida le puso El eterno marido.
El tema de ambas obras es casi estrictamente el mismo: el adulterio de la esposa, descubierto por el marido después de la muerte de esta y las fatales consecuencias de todo ello. El adulterio va parejo de la expiación y es esta la idea que Dostoievski toma de la obra de Flaubert.
En esencia, el tema de Madame Bovary y el de El eterno marido son como ya hemos dicho casi el mismo sin embargo existen ciertas divergencias que evidencian las diferencias entre los autores, el escepticismo de Flaubert y el carácter ortodoxo de Dostoievski. En la obra del primero, los devaneos de Emma ocupan casi toda la novela, sin embargo, en El eterno marido se dan por supuestos y el relato empieza mucho después de la muerte de la adultera y es que lo que interesa a Dostoievski, no es el adulterio en sí, sino las horribles consecuencias, que en la obra de Flaubert solo forman el final.
En la obra de Dostoievski, quien expía el delito no es el que lo ha cometido porque la infidelidad se descubre una vez fallecida la adúltera, sino su marido y además de este la parte más inocente de la historia, la hija de ambos. Con ello no teme mira cara a cara uno de los «misterios de iniquidadà » más incomprensibles.
De ello ya se encuentra el embrión en Madame Bovary donde Charles, viudo inconsolable, descubre las pruebas del adulterio jamás sospechado. Su pesar es tal que muere por consunciónà y tras esto la desdicha viene a recaer sobre la hija, la parte más inocente de la historia. En la obra de Dostoievski esta muere de miseria fisiológica después de una infancia tan corta como infernal. En Madame Bovary, sin embargo, la chica es recogida por un familiar que le hace trabajar para ganarse la vida.
Hemos dicho que en El eterno marido quienes expían el delito son el marido y la hija de la adúltera pero en Madame Bovary, la culpable expió antes su delito de un modo tal que hace palidecer lo que viene después. Flaubert se recrea en la narración del desastroso final de Emma desde el embargo hasta el suicidio y el posterior entierro. Tanto que utiliza para ello unas cuarenta páginas, mientras que la desdicha del marido, desde que descubre las cartas hasta el momento de su muerte abarca tan solo par de ellas. En lo que Flaubert resolvió en un par de páginas, Dostoievski, descubrió el núcleo del tema del adulterio: sus desastrosas consecuencias que recaen en las partes inocentes de la historia. Esto sobrecoge al lector y le hace sentir todas las repercusiones del adulterio por descargar la expiación del delito sobre la cabecita infantil, la parte más inocente de la obra.
Pero lo cierto es que no podemos acusar a la obra por «ofensas a la religión y a la moral» como lo hicieron sus coetáneos. Para los cristianos esta obra será lección de moral, pues si en algo peca Madame Bovary es en su severa moralidad, por el carácter implacable del castigo que no llega a atenuar una clara esperanza en otra vida donde Flaubert hace gala de su ya proverbial escepticismo.
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Emma Bovary, el personaje
Emma Bovary es un personaje complejo. Reunía egoísmo y avaricia pero a la vez, Emma es un ser ingenuo que despierta cierto sentimiento de lástima en el lector. Es un personaje inadaptado que podría equipararse a Don Quijote, el personaje de Cervantes, pues al igual que este, intenta hacer realidad su sueño en un mundo que no es el suyo. La lectura lo mismo que al hidalgo manchego le ocasiona la pérdida de la razón a Don Quijote y del sentido de la moral a ella.
Su madre murió cuando ella era joven y se refugió del mundo real dentro del convento y en la granja de su padre, lugares en los que se repartió su adolescencia. En núcleo cerrado del convento, ajena a todo lo que fuera de sus paredes sucedía, Emma se dejó eclipsar por los personajes de los libros que ha escondidas leía. Se creó la idea de que en el mundo exterior las cosas pasaban tal y como narraban las novelas que tanto le gustaban. Se imaginaba caballeros apuestos de modos gentiles y le gustaba pensar que algún día ella sería como una de aquellas damas que vivían amores apasionados.
Cuando Emma conoció a Charles accedió a casarse con él pues imaginaba que la vida junto a él sería como aquella que tantas y tantas veces había leído. Evidentemente el mundo no es como lo pintan en una novela y Emma acabó por darse cuenta de ello. Cuando descubrió que Charles no tenía nada en común con aquellos caballeros apuestos y que su vida junto a él nada tenía que ver con las de las protagonistas de las novelas, Emma se volvió una mujer desilusionada y apática. Culpaba a Charles de todo cuanto le pasaba y es que según ella todo se debía al carácter en exceso bonachón de su marido y del escaso interés de este por ascender a pesar de los intentos de este por tener a su amada esposa contenta nada era suficiente para contentar a Emma.
Aún sin comprender demasiado bien que era simplemente la mujer de un médico de provincia, Emma se afanaba por aparentar un estatus que no era el suyo y que difícilmente podía mantener. Se negaba a ver que ella nada tenía en común con aquellas damas de alta cuna a las que tanto admiraba y las que se esforzaba por imitar. Para ello adquiría gran cantidad de artículos de lujo en la tienda de Lheureux. Para sufragar los gastos se veía obligada a vender propiedades de su marido sin que este tuviese conocimiento de las gestiones comerciales de su mujer.
Pero Emma no solo engañaba a su marido en cuestiones económicas sino que también lo hacía en cuestiones sentimentales. En cierta ocasión le dijo a Charles que recibía clases de piano en la ciudad cuando en realidad utilizaba el dinero que su marido le daba para pagar esas clases en una habitación de hotel donde se reunía con su amante León. También compró una vez una pulsera de oro para su segundo amante mientras que no se menciona la compra de ningún tipo de regalo ni para su hija ni para su marido.
En estos amores furtivos, Emma, buscaba vivir y conocer las emociones relatadas en las novelas leídas en su juventud. En realidad, estos amores se acercaban bastante más que Charles al prototipo de hombre perfecto que Emma se había fijado en su mente y en su corazón. Eran más apuestos y más simpáticos, pero tenían los modos burdos que también veía en Charles y que tanto detestaba.
El entusiasmo de Emma por el estatus de vida de los ricos, se hizo más fuerte cuando asistió a la fiesta de La Vaubeyessard donde el lujo y el glamour le hacen recordar los ambientes descritos en sus novelas y le descubren que es posible crear un universo así en el mundo real y esto le lleva a incrementar el resentimiento hacia Charles y su conformidad que tanto repelía.
Pero no se puede culpar a Emma de nada de lo que hizo, ni de su afán por encuadrarse con las damas de alta cuna ni por sus infidelidades a Charles. No es culpa suya que en medio de aquella reclusión en el convento y los días en la granja de su padre las lecturas le hicieran crearse un universo propio, donde las mujeres vestían lujosos ropajes y los hombres eran auténticos caballeros. Si de algo se le puede acusar es de ingenuidad por creer que todo aquello que se narraba en las novelas podría llegar a ser cierto. Por creer también en las cartas de Rodolphe que le hicieron creer que realmente se irían juntos y que por fin viviría todas aquellas aventuras soñadas. Parecía además desconocer las reglas más básicas que rigen el mundo real y es que cuando compraba en la tienda de Lheureux lo hacía sin pensar que luego habría de pagarlo.
Emma, es en resumen, un personaje carente de voluntad que a merced de los acontecimientos o de los instintos, camina hacia el caos inexorablemente.
Con todo ello Flaubert pretende poner de manifiesto tanto las falsedades de la educación romántica, como la mediocre y insípida vida burguesa.
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La orgía perpetua. Flaubert y «Madame Bovary»
Insiste Vargas Llosa en la existencia de tres formas de realizar la crítica de una novela. La primera desde el punto de vista individual y subjetivo, por la impresión que la obra deja en el lector. Una segunda se refiere al punto de vista objetivo, con pretensiones científicas y en función de reglas universales, esto es, analizando lo que la historia es, las fuentes que utiliza, el lenguaje de que se sirve o el modo de tratar factores como el tiempo. La tercera y última se refiere más a la historia de la literatura que a la crítica en sí, es decir, en función de las novelas que se escribieron antes o después.
Pues bien, cada una de estas posiciones aplicadas a Madame Bovary constituye una parte del penetrante estudio de Vargas Llosa.
En la primera, Vargas Llosa, evoca su relación con la novela de Flaubert, en la que destaca su carácter de obra construida con orden riguroso, la descripción de la vida objetiva, concreta y de acción y sus características temáticas de rebeldía, melodrama y sexo.
En la segunda, tras analizar las condiciones que dieron lugar al nacimiento de esta obra analiza la transfiguración que lleva a cabo el autor para convertir en obra de arte la realidad, mediante el estilo, a partir del tema y de los personajes, así como del tiempo y del punto de vista del narrador.
Finalmente en la tercera, presenta a Madame Bovary como la primera novela moderna. Vargas Llosa con su complejidad y su profundidad ha analizado la «orgía perpetua» de Madame Bovary en toda su plenitud y hasta sus últimas consecuencias con una maestría con la que pocos o muy pocos autores podrían haberlo hecho
A continuación se refieren detalles que hacen alusión a aspectos formales de esta obra tales como las ediciones o las partes y sub-partes que lo componen entre otras. Si analizamos las partes que conforman el ensayo veremos que se corresponde con lo anteriormente citado.
EDICIONES:
Editorial Seix Barral, abril de 1975 (para América Latina) Editorial Taurus, 1975 (para España)
DEDICATORIA:
A CARLOS BARRAL, el penúltimo afrancesado
ÍNDICE DEL LIBRO:
Introducción………………………………………11
UNO
Una pasión no correspondida…………………………………….15
DOS |
El hombre-pluma……………………………………………………..65
El elemento añadido…………………………………………………147
I. Alianzas y sustituciones……………………………….147
(a) Las cosas humanizadas…………………..150 (b) Los hombres cosificados…………………155 (c) Dinero y amor……………………………….159 (d) Madame Bovary, hombre………………..163 (e) Un mundo binario…………………………..170
II. Los cuatro tiempos de Madame Bovary…………194
(a) Un tiempo singular o específico………….196 (b) El tiempo circular o la repetición…………198 (c) El tiempo inmóvil o la eternidad plástica……………….204 (d) El tiempo imaginario…………………………………………..207
III. Las mudas del narrador…………………………………………….213
- Un narrador-personaje plural: el misterioso nous
- ……213 (b) El narrador omnisciente………………………………………216 (c) Narradores-personajes singulares………………………….226 (d) Las palabras en cursiva: el nivel retórico………………..229 (e) Las imágenes obstructoras……………………………………235 (f) El estilo indirecto libre………………………………………….237
TRES
La primera novela moderna
I. II. III. IV. V. VI. |
El nacimiento del antihéroe La novela es forma El monólogo interior Las técnicas de la objetividad: la novela behavioristaà Bertolt Brecht y Flaubert o la paradoja La novela como participación negativa en la vida |
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